Cuando supe que había ganado una beca para vivir
dos meses en Montreal a comienzos de la primavera me imaginé un
escenario totalmente diferente. Hasta fines de abril la nieve y el frío
no dieron respiro. Salir a filmar era toda una epopeya con 20 bajo
cero. Y lo peor es que tenía que compartir la casa con un extraño. Ese
extraño era Liniers. Cada mañana se levantaba antes que nadie a
dibujar. Me impresionó su desesperación por transformar en dibujitos
las cosas que le pasaban a diario. Lo suyo era algo parecido al hambre
y a la sed transformados en potencia creativa. Al principio sentí un
poco de envidia. El no necesitaba exponerse a la intemperie. Trabajaba
en ese lugar tibio, silencioso, mientras afuera todo era desolación y
hielo. Comencé a filmarlo como si fuera un juego. El me incluyó en
algunos de sus dibujos. Poco a poco, lo cotidiano se convirtió en
viñetas y en video.
Si bien todos sabemos que los viajes son
transformadores, en mi caso, fue mucho más que eso. Liniers se
transformó en una obsesión. Sobre todo, luego de negarse a mi propuesta
de hacer un documental sobre él. Sus dibujos me pusieron en jaque. Me
devolvieron la capacidad de sorprenderme ante lo mas simple. Hacer este
film fue un desafío al deseo, a las resistencias propias y ajenas, a la
exposición y a los modos narrativos. Sólo me queda una duda. Qué pasa
cuando una película se termina. Qué pasa con el otro. Cómo se vuelve a
la vida. Sin cámara. Ni micrófonos. Al trazo simple de las cosas.
Tapa del Macanudo 6 dibujada durante una mezcla
de cena y filmación, coloreada con vino tinto
2 comentarios:
¡Excelente!
Hola, quería saber si se podrá ver en España. Gracias!
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